Justicia ciudadana

ImagenVía SmartMobs y Boing Boing, el asunto del exhibicionista del metro pillado in fraganti por la cámara del teléfono de su víctima que comentamos aquí hace ya casi un año, ya tiene continuación: un grupo de personas en Nueva York han desarrollado HollabackNYC, un blog en el que cualquiera que se haya sentido de alguna manera acosado por alguien en las calles de Nueva York puede subir, desde el propio móvil si quiere, una foto y un texto explicativo de la situación. El blog, desde que inició su andadura en Octubre del año pasado con la entrada dedicada a aquel incidente, está plagado de situaciones que van desde el simple piropo dicho con más o menos gusto, hasta situaciones de auténtico acoso, y funciona como un sitio en el que «dar las quejas» y publicar, cuando se ha podido obtener, una foto del presunto acosador.

El exhibicionista del tren fue capturado a los quince días, su sentencia se pronunciará el 18 de este mes, y parece ser que será seguramente una libertad condicional de dos años. Por el momento, está recibiendo terapia por orden judicial.

La captura y exposición pública de alguien que piensas que ha tenido una actitud inadecuada contigo es algo que me intriga por lo que tiene de nuevo: antes de que una gran parte de la sociedad se convirtiese en portadora de cámaras a todas horas, este tipo de cosas, simplemente, no eran posibles. Sin embargo, lo que puede convertirse por un lado en una defensa para una persona que esté sufriendo o haya sufrido un episoodio de acoso, también puede funcionar de otras maneras rayanas en la difamación y el linchamiento popular en otros contextos. Todas las situaciones tienen ópticas diferentes según de qué lado se miren, y para resolver esos contrastes se suele recurrir, cuando es menester, a un juez que dirima cual de las dos visiones está más justificada o es más próxima a la realidad. Creo que el tema puede ser objeto de muchísimas discusiones, y que son interesantes desde el punto de vista de que, como todo en tecnología, es un condicionante del mundo actual en que vivimos: siempre hay una cámara mirando.

10 comentarios

  • #001
    Javier Cuchí - 9 abril 2006 - 10:40

    La carretera tiene sus riesgos. Uno coge su coche y conduce con prudencia y precaución respetando todas las normas de seguridad, las legales y hasta las que no son obligatorias y ello no le garantiza la vida: no está, en absoluto, libre de que un animal armado de muchos caballos y de un exceso de alcohol o de testosterona se lo lleve por delante y lo deje listo para incineración. Después vendrá el juez y le pondrá al homicida los puntos sobre las íes (siempre que el homicida no sea, por ejemplo, el Farruquito). Pero eso, al difunto, le sirve de más bien poco.

    Con esta historia de la justicia popular (es un término que me hace rechinar los dientes recordando la última vez que se utilizó en este desgraciado país) ocurre lo mismo. Es inevitable que suceda -la tecnología es imparable y de mala e inútil limitación-, pero lamentable de todos modos.

    Claro que cuando la Justicia (sin apellidos) no funciona, o funciona mal o su vara se tuerce excesiva y frecuentemente hacia lados sospechosos, es cuando se ponen en marcha las justicias con apellidos y es entonces cuando cabe preguntarse -y sin clara respuesta posible- qué es peor, si el remedio o la enfermedad.

    Lamento la larga homilía. Es un tema que me preocupa y que, en cierto modo, me desconcierta.

  • #002
    marius - 9 abril 2006 - 11:16

    No deja de ser una nueva versión de la Ley de Lynch. Las leyes y, sobre todo su administración, siempre van detrás de la mutante realidad. Por otra parte, cuando se quieren adelantar, acaban «cerrando 15 páginas web que permitían descargas ilegales, cobrando mediante publicidad en las mismas » ¡Vaya retorcimiento del lenguaje y papelón de nuestra Ã?Ŝ»beremérita» versión Chiquito de la Calzada.

  • #003
    MaGaMa - 9 abril 2006 - 12:15

    La tecnología abre puertas a un campo que empezaba a estar demasiado cerrado. Claro está que de todo se puede abusar y todo se puede corromper…puede ser que todo esto aumente la democracia o la pervierta, lo que es incuestionable es que es imparable.
    PD: habrá que tener cuidado con lo que uno dice por la calle lo mismo que con lo que uno dice en los aviones (véase lo del hombre éste al que sacaron a punta de metralleta del avión porque una mujer se puso histérica al oirlo hablar de bombas y pistolas…resultó que eran bombas y pistolas de pintura porque el hombre trabaja en ese sector…en fin.)

  • #004
    Dubitador - 9 abril 2006 - 12:41

    El ejemplo que ha puesto Cuchi es justo el que muchas veces se me ha ocurrido cuando he sido testigo de una maniobra de circulacion temeraria o de clara infraccion de las normas de trafico.

    Si se tienen los reflejos y oportunidad para capturar el hecho en imagenes puede ser un auxiliar muy valioso cara a la correspondiente denuncia ante la autoridad.

    Probablemente la imagen capturada pueda dar cuenta no solo de la matricula del vehiculo sino tambien del conductor del mismo.

    Si se prodigase esta practica probablemente la circulacion fuese mas segura, ya que resultaria bastante eficaz, dado que la gente que transita con desprecio de la seguridad propia y de los demas suele reincidir en su conducta y en consecuencia urge el que se le llame al orden.

  • #005
    deniman - 9 abril 2006 - 12:44

    Creo que la popularidad de estas acciones llevará a extremos dispares, como todo. A mi personalmente me da que la difamación no faltará

  • #006
    Gorki - 9 abril 2006 - 13:28

    Los «tribunales populares» me dan miedo, donde actuan libremente terminan generando inmensas injusticias. Por otra parte, algún arma ha de usar quien se defienda de acosos, sexuales, laborales, raciales o clasistas.

    Creo que lo que hay que pedir, es una policía y una justicia eficaz, rápida y honrada, cosa que cada vez se ve como mas utópico.

  • #007
    Ender - 9 abril 2006 - 15:26

    La cuestión no está en los «Tribunales Populares», que son odiosos por estar carentes del más elemental principio de la justicia: neutralidad e imparcialidad. La turba justiciera siempre está posicionada de antemano, y puede ser fácilmente manipulada en uno u otro sentido.

    Lo fascinante en lo que comenta Enrique es la posibilidad de llevar un CSI siempre contigo: tener pruebas de un hecho, para que luego un verdadero juez profesional pueda decidir sobre el asunto. Nunca más el famoso «es tu palabra contra la mía».

    Desgraciadamente, las preconcebidas ideas de nuestros togados sobre la tecnología y sus posibilidades serán más duras de mover.

  • #008
    guardafaro - 9 abril 2006 - 18:27

    No me cabe duda de que los teléfonos móviles con cámaras fotográficas y filmadoras incorporadas, así como grabadoras de voz, pueden resultar un excelente instrumento para capturar situaciones comprometedoras que podrían ayudar a aportar pruebas, (o por lo menos, elementos de convicción) suficientes como para sustentar una acusación, o contribuir a que se abran averiguaciones policiales. Pero concuerdo con Enrique en que también podrían irse al lado contrario, y resultar en falsas acusaciones y en difamaciones que, una vez hechas públicas, son muy difícles de reparar. Porque parece que por las calles andan muchos sueltos rayando en la paranoia.

    El tema del acoso sexual resulta muy contradictorio. Lo que en una sociedad puede resultar una serie de piropos sin importancia, en otros lados puede ser tomado como acoso. A título de ejemplo, en Venezuela he visto casos de turistas italianos, varones, que creyéndose en su país, han seguido por la calle a muchachas, casi hombro con hombro, hablándoles muy de cerca. Y he visto reacciones femeninas realmente airadas contra tal situación. En algunos lugares de Estados Unidos, los hombres no han tenido ninguna inhibición en mirar descaradamente y hasta insinuarse de palabra a mi esposa, estando yo con ella. Eso, ni en Venezuela, ni en España sería consentido.

    Habrá que ir viendo como evoluciona este asunto.

  • #009
    Pablo Martínez-Almeida - 10 abril 2006 - 08:28

    Sobre lo que comenta Dubitador escribí hace tiempo en Abundando. Copio y pego:
    […] en el proceso de desarrollo del automóvil del futuro no podemos obviar el papel que puede jugar el sector asegurador. Si se demuestra la eficacia de los nuevos sistemas a la hora de reducir accidentes, las compañías de seguros presionarán para la instalación de los mismos. Más aún, ¿cuánto tardarán los coches en disponer de cajas negras, que recojan información sobre la conducción y ayuden a determinar la causa de un accidente? ¿Y qué consecuencias puede tener esto? Pensemos, por ejemplo, en millones de coches circulando por nuestras carreteras y grabando, en vídeo, todo lo que sucede a su alrededor. ¿Qué uso, si es que alguno, podría dársele a esta información?
    Anotación completa: De coches que se comunican y road movies

  • #010
    Rafael del Barco Carreras - 13 agosto 2007 - 15:44

    EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ALFONSO HERNÁNDEZ PARDO
    Cuando en 1977 se aprueba la Constitución es Presidente de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona. Y cuando en 1980 se denuncia el caso CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA, el Gobierno Suárez ya lo ha nombrado PRESIDENTE DE LA AUDIENCIA. Más sutilezas y derivaciones paralelas.

    Por Rafael del Barco Carreras

    Si otros ya se manifestaban «demócratas», o progresista, Eladio Escusol Barra (fiscal del caso), él se mantenía furibundo franquista. Sin aparente sintonía con otro de los miembros del Especial Tribunal que juzgará el caso, José Luis Barrera Cogollos (en cuya toma de posesión de Presidente de la Audiencia en el 2000 se elogia que en su época franquista se atreviera a clamar por los Derechos Humanos, e incomprensible la reelección en el 2005 cuando la Audiencia es un caos, los grandes casos con media de diez años hasta los juicios, y el 30% de bajas laborales según un estudio de la nueva Generalitat de izquierdas) o Adolfo Fernández Oubiña («contratado» por el Bufete Piqué Vidal, y cuya vida y milagros merece un libro aparte). El futuro demostrará su especial talante, expedientados los dos, Barrera pasará a lo Civil, y Oubiña de Presidente de la Sección Primera a de nuevo juez de instrucción.
    Don Alfonso, hombre de boina, pero su mujer luciendo brillantes en un Premio Planeta junto a Luis Pascual Estevill (por desgracia mi abogado). Otro letrado, en el colmo del cinismo, me espetó que por suerte para mí Don Alfonso me condenó solo a los dos años, diez meses y veintiún día pasados en prisión de los doce pedidos por Fiscalía, Ayuntamiento y Consorcio, pero yo nunca he sufrido el síndrome de Estocolmo, y desde entonces le he maldecido todos los días de mi vida, aunque nunca se me ocurrió el disparate de otra de sus víctimas que pistola en mano entró en el Palacio de Justicia dispuesto a matarlo. Lo abatieron antes de perderse por los tétricos pasillos.
    A mi entender fue de los «duros» nombrados por Adolfo Suárez para mantener el Ã?Å¡Orden». Si el orden franquista como el de siglos del Imperio se basaba en Capitanía General, Virreinato, con el Ejército y sus ramificaciones Guardia Civil y Policía Nacional, la Audiencia formaba el segundo gran pilar institucional. El pilar de eso que Franco y los suyos definían el «Estado de Derecho», donde la pirámide fascista del «ordeno y mando» funcionaba a la perfección. Los juicios se predeterminaban, los bienes se asignaban, y todo parecido con «Justicia» una burla. El Régimen lo abarcaba todo. Y si en lo Civil el Registro de la Propiedad nos descubriría sagas familiares acumulando fortunas (a pesar de los sueldos de miseria), en lo Penal, la Policía y Guardia Civil con sus torturas, y el «hábilmente interrogado», decidían los sumarios y sus señorías firmaban las sentencias en juicios no más largos e inteligibles que una misa en latín.
    Estrasburgo definiría la Audiencia de Barcelona revolcando los casos clave de aquella época, los asesinatos del ex alcalde franquista Viola, o del poderoso industrial Bultó, el incendio de la discoteca Escala, o la represión contra los alocados «rojos». Sin olvidar los muertos en la Modelo entre los motines de 1977 y la represión hasta 1983. El Poder Absoluto degenera a quien lo ejerce. El «dolo» (voluntad de delinquir) no existía, el «desacato» mantenía firmes a cualquier, ya fuera abogados, testigos o culpables, los fiscales obedientes al Mando, y la SALA determinaba con su SOBERANÍA las pruebas que sustentarían el fallo (habitual que en los pasillos esperaran «testigos» profesionales a tanto la declaración), y la segunda instancia, pilar de la Justicia Democrática y obligada por la Carta de Derechos Humanos de la ONU firmada por España, no existía, pues el recurso al Supremo solo determinaría si el procedimiento se ajustaba a derecho, sin valorar las pruebas convertidas por la Sala en parte de su infalibilidad papal, y siempre se ajustaba, a menos que un «mando superior» entorpeciera el procedimiento.
    Y Hernández Pardo, un fingido fanático de la divina procedencia del Poder, y cuando él solo debía mantener la maquinaria en funcionamiento (ya no juzgaba por Presidente de la Audiencia) se atribuye un caso «goloso», el CONSORCIO DE LA ZONA FRANCA, para él solo, quitándoselo al juez legal y natural, el Presidente de la Sección Primera, Manuel Derqui Valbuena, como si la Constitución no existiera. Actuando a lo virrey se saca de la manga disposiciones del pasado siglo (referentes a sustituciones accidentales) y constituye una Sala para ese solo caso, y el «órgano colegiado» se convierte durante dos años en bicéfalo, firmando al mismo tiempo con dos composiciones. ¿Porqué?. Dinero, mucho dinero, aunque no era el caso más suculento del momento, 1.200 millones denunciados. La punta del iceberg, por debajo muchos miles de millones a mano, con el Banco Garriga Nogués y Javier de la Rosa Martí (y tras él el primer banco nacional, el Banesto, todo el franquismo de entonces y la Caixa…con su enorme Caja B, dinero negro). Sin olvidar que quien le nombra Presidente, el Gobierno Suárez, también está presente en el caso a través del Consorcio, y los suyos en Barcelona recibiendo créditos del Banco. Si los acusadores, Serra y Maragall con su abogado Rafael Jiménez de Parga (que también lo era de Banesto) ya lo habían descubierto, y hasta el instructor Ezequiel Miranda de Dios vivía en un hermoso piso del abogado de los De la Rosa, Juan Piqué Vidal (abogado también de JORDI PUJOL), el caso merecía su personal control, demostrando que el orden jerárquico franquista se hallaba por encima de la Constitución, y que el Presidente de una Sala (en teoría propietario de la plaza desde su nombramiento impreso en el BOE) era un simple muñeco de quita y pon. Y no solo se reservó el caso sino que nombró un Juez Especial, José Álvarez Martínez, para cerrar las peligrosas investigaciones que decretara Miranda de Dios ante mi insistencia. Y aquí, todos los abogados contestándome «se recurre al Supremo, al Constitucional…», entre cretinos anda el juego… ya matizaré.
    Con los años, considerando que Don Alfonso presidía la Junta Electoral Provincial de Barcelona, y en 1980 JORDI PUJOL desbanca a los alocados «rojos» con ganas de poner patas arriba todas las instituciones y máxime la Audiencia (sede de represión), imaginé la mano divina, no en vano, por encima de la LEY, obedecían al «Dios, Patria y Rey». Si la alcaldía cayó en buenas manos, Narcís Serra del clan Samarach, y después Pascual Maragall del de Porcioles, olvidando el marxismo propio de los «hijos de papá» contestatarios, la incipiente y peligrosa Generalitat de Tarradellas, con vocación de Estado, es decir, de tragarse la Audiencia, debía librarse de rojos foráneos e incontrolados. Evidente que ante la izquierda furibunda y catalanistas nunca ganarían los corruptos de la Derecha Clásica, tipo Eduardo Bueno, el «bueno para Cataluña» (hombre de Banesto y por tanto de De la Rosa). Debía pues facilitarse la victoria a un banquero, que habría olvidado tres años de cárcel tras quince de ganar dinero con el franquismo, y de familia de «derechas de toda la vida», o sea, fieles al Régimen. Un flautista para esa Cataluña de los sueños de un millón de catalanistas. Y ganó Pujol, y la Audiencia seguiría un largo camino sin ingerencias «rojas», con tiempo para domesticar a las «ordas» a base de sueldos y chollos, y consolidar cargos, retiros y fortunas. Murió como su adorado Dictador, en la cama.
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