El mal paso de Intel

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Estamos en un momento histórico: el modelo de copyright tal y como lo conocemos está en medio de un profundo debate y revisión. En juego, entrar en una nueva era en la que las ideas puedan compartirse y ser usadas como ladrillos de un nuevo tipo de progreso, mucho más rápido, mucho más disruptivo, capaz de hacer avanzar a la Humanidad más rápido, de llevarla por encima de sus limitaciones. A las ideas revisionistas se oponen, claro, corporaciones que han sido capaces de apalancarse precisamente en ese modelo ahora debatido, para amasar enormes fortunas y convertirse muchas veces en monopolios de facto. Presisamente por esa razón resulta perfectamente lógico que se opongan a revisión alguna. La más destacada de dichas corporaciones, Microsoft, pretende perpetuar el concepto de copyright y trasladarlo de manera completamente literal a la era digital, mediante el concepto de Digital Rights Management (DRM), que, por supuesto, se encuentra también en medio de un feroz debate en el que sus oponentes encuentran argumentos del más puro sentido común. A pesar de lo desigual del combate y de los medios empleados en el mismo, los revisionistas parecen acercarse al momento en que determinadas ideas, antes heréticas, comienzan a implantarse en las mentes de usuarios y legisladores. El sentido común, separado de los intereses económicos de unos pocos, parece empezar a brillar.

Y de repente, entra en la batalla un actor que no había sido invitado. Un fabricante de uno de los componentes necesarios para la revolución digital deja caer que su nueva generación de chips llevará en su interior componentes que permitan ejercer un modelo de copyright restrictivo y en que se encuentra en discusión (Slashdot, The Inquirer, El Navegante). Pretende retirar a los usuarios la libertad de hacer con su procesador lo que buenamente quieran. Que tu ordenador, a nivel de chipset, pueda decidir si te deja o no copiar o reproducir esa canción o esa película. Que el largo brazo de aquellos que exprimieron hasta el límite el modelo de copyright pueda ahora trasladarse sin discusión al «nuevo orden internacional», en virtud de un artefacto tecnológico. Cuando muchos creen que algo es una mala idea, ¿qué se debe hacer? Intel opina que es muy fácil: se les obliga y ya está.

Pues va a ser que no. Por el momento, Intel acaba de conseguir algo que no parecía sencillo: pasar de héroe e indispensable ladrillo de la revolución digital, a villano que intenta retirar la libertad a sus usuarios. Ha hecho que, de no mediar una rectificación razonable, algunos – llámesenos radicales – nos pensemos muy mucho la opción a tomar antes de escoger que alma tendrá nuestro próximo ordenador. ¿Qué será lo próximo? ¿Impedir la ejecución de programas «no oficiales»? ¿Por qué no? Una vez iniciado el camino por el lado oscuro, llevarlo hasta sus últimas consecuencias es sólo cuestión de cuanto de tortuosa es la mente que se encuentra detrás de la decisión…

En una de sus películas, Groucho Marx ponía a prueba a una señorita con una pregunta: «¿usted se acostaría conmigo por un millón de dólares?». «Pues claro», respondió la interrogada, sin ningún tipo de dudas. «Y ¿por un dólar?», regateó el interesado. «¡Claro que no!», respondió la mujer claramente ofendida. «¿Por quién me ha tomado?», protestó airada. «Eso ya ha quedado claro, ahora sólo estamos discutiendo el precio», remató el protagonista.

¿Ha dejado clara Intel su naturaleza? ¿A quién estamos concediendo el liderazgo en la arquitectura de nuestras máquinas? No es la primera vez que Intel coquetea con este tipo de temas, y la vez anterior le llevó a una discreta rectificación. Ahora, si Intel no rectifica, planteará una maravillosa oportunidad a fabricantes de procesadores como IMB, AMD, Transmeta u otros, que ganarán en atractivo al menos de cara al apetecible mercado del usuario individual. ¿Quién va a preferir comprarse un procesador que limita sus libertades? ¿A cambio de qué? ¿De unas pocas prestaciones más? Desde el punto de vista del usuario, Intel ha hecho muy mal al entrar en ese jardín. Se esperan rectificaciones en breve.

5 comentarios

  • #001
    Pablo Martínez-Almeida - 30 mayo 2005 - 10:37

    No hay que olvidar además que, en la guerra de consolas que se avecina, Intel se ha quedado fuera. El premio se lo ha llevado IBM.

  • #002
    Julio Alonso - 30 mayo 2005 - 14:14

    Otra razón más para pasarse a Mac.

  • #003
    Salbet - 30 mayo 2005 - 14:27

    La utilización por parte de Intel de tecnologías DRM en sus microprocesadores me parece una auténtica aberración. Sin embargo, ¿no podría su implantación significar un empuje definitivo para licencias del estilo de Creative Commons y el software libre? En multitud de ocasiones les hablo a mis conocidos de los beneficios de las licencias libres. Sin embargo, ninguno de ellos utiliza OpenOffice por el simple motivo de que Microsoft Office les sale gratis. Dudo mucho que siguieran utilizándolo si tuvieran que pagarlo y no se pudiese piratear. Lo mismo sucede con los contenidos, mucha gente se ha acostumbrado a contenidos gratuitos y sería reacia a pagar cuando existen alternativas gratuitas.

  • #004
    vb - 30 mayo 2005 - 15:36

    Si la memoria no me falla, en su día con el Pentium III Intel introdujo el «Unique ID» en el que cada chip tenia un identificador único y con lo cual se podría, en teoría, identificar a la máquina. La idea era hacer la copia de software imposible.

    Más adelante Intel se retractó e incluso al principio se podía deshabilitar el ID a través de la BIOS del ordenador.

  • #005
    Enrique Dans - 30 mayo 2005 - 16:39

    Sí, a eso justamente me refería con la frase «No es la primera vez que Intel coquetea con este tipo de temas…» Efectivamente, lo intentaron con el Pentium III, también «inspirados» por Microsoft. Ahora han vuelto a caer en el «abrazo del oso»…

    Julio, lo de pasarse a Mac no estoy seguro de que te libre de Intel :-)…

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