La música suena. Es una condición consustancial a la música, un elemento de su naturaleza. Aunque se puede hacer música con el silencio, suele ser necesario combinar éste con otros elementos para generar algo que pueda ser considerado música. Si no suena, no es música.
El que la música suene tiene además una interesante consecuencia: el que pasa, siempre que tenga capacidad de oír, la oye. O la escucha, que no es necesariamente lo mismo. Si la música suena en un lugar cerrado, en el que es preciso pagar una entrada para poder acceder, sólo la escucharán en condiciones adecuadas de calidad aquellos que hayan pagado su derecho de acceso al local. Si suena en un lugar de libre acceso, la escuchará cualquiera que pase. Al no haber un pago por la entrada o el acceso, ¿podrá el músico obtener una adecuada compensación a sus esfuerzos creativos o interpretativos?
Durante años, los músicos vivieron de aquellos a quienes su música producía sensaciones lo suficientemente placenteras como para que un número elevado de personas quisiesen pagar por acceder a un lugar en el que dicha música estaba siendo interpretada. Si el músico era bueno, llenaría el local, vendería más entradas y ganaría más dinero. Podría tocar en mejores locales, cobrar más por el precio de cada entrada, y ganar así más dinero. La aritmética era completamente simple, y perfectamente justa.
La industria musical nació para permitir que pudiese acceder a dichas sensaciones un número mayor de personas que el meramente restringido a la capacidad del local, y que pudiese hacerlo además en momentos en los que los músicos no la estaban interpretando físicamente. El producto que la industria vendía era una «caja» en cuyo interior «habitaba» la música: cuando el usuario «abría la caja» poniéndola en el reproductor adecuado, la música sonaba, salían corcheas, fusas y semifusas. La industria nos pedía, lógicamente, que pagásemos por esa «caja» que le costaba dinero producir. Y lo hicimos, porque nos pareció una buena manera de poder acceder a esas sensaciones. La aritmética era igualmente simple: un músico bueno vendía más discos, y ganaba más dinero. Los discos tenían un precio fijo, con lo que las diferencias entre artistas venían dadas por el número de discos vendidos, no por la calidad de los mismos.
La secuencia de eventos que nos llevó de una situación tan sencilla y fácil de entender al galimatías actual puede ser contada desde muy diversas ópticas. No voy a entrar en ella, aunque tengo abundante documentación e información al respecto. Pero concentrémonos simplemente en ambos extremos de la historia. ¿Dónde estamos ahora? Dejo a la imaginación del lector deducirlo. ¿Es la actual una buena situación? ¿Nos ha llevado a un mundo ideal en donde la difusión de la cultura y su potencial rendimiento económico se maximizan? En absoluto. No es eficiente. Es, de hecho, una situación profundamente subóptima:
- El usuario no obtiene la música que quiere, sino sólo aquella que a la industria le sale rentable distribuir.
- Agrupada además en los lotes de canciones que la industria tiene a bien decidir.
- Una serie de absurdas restricciones a lo que puedo hacer con el producto que he comprado.
- Nula disponibilidad del 95% del catálogo existente.
- Una cadena de valor que prima al intermediario y destina al artista porcentajes bajísimos sobre el precio del disco.
- Distribución de ingresos entre artistas que responde a una distribución estadísticamente artificial, forzada por el modelo de la propia industria.
- Marcada arbitrariedad a la hora de decidir qué artistas llegan a ser producidos y cuáles no.
- Criterios de selección basados en el tamaño bruto del mercado potencial con el resultado de promoción de música de unos tipos frente a otros que podrían tener gran valor y ser rentables en audiencias más pequeñas, pero que por la ineficiencia o codicia de la industria simplemente «no interesan».
- Marcadas asimetrías de negociación: la discográfica puede exigir lo que quiera a un artista que empieza, marcando de esta manera su carrera e incluso definiendo cuanto debe ganar.
- Los servicios provistos por la industria (consultoría de estilo, marketing, producción profesional, etc…) se desarrollan en un ambiente de competencia imperfecta, dificultando la aparición de mercados eficientes en cada subsector.
- …
El modelo es no sólo ineficiente, sino que concede además a la industria una perfecta «licencia para matar». Y a pesar de ello, la industria ha auditado, año tras año, beneficios escasos. ¿Por qué? Simplemente, por mala asignación de recursos. Tiene un nombre: se llama mala gestión. En las condiciones actuales del mercado, y con las innovaciones en producción y distribución que la tecnología ha desarrollado, resulta imposible de mantener. Y no sería para nada bueno que se mantuviese.
Esta industria, que durante años se ha aprovechado de unas condiciones de mercado injustas y sesgadas y que, por su mala gestión, ni siquiera ha sido capaz de generar rentabilidades enormes con ello, es la que ahora se arremolina alrededor de una ministra ignorante, a la que los ojos se le salen de las órbitas de felicidad cuando la invitan a una fiesta y se rodea de famosos. La industria, simplemente, intenta ejercer la fuerza de su lobby para poder mantener la absurda estructura actual. Para obtener más llaves que le permitan cerrar el cofre dentro del cual desarrolla su profundamente ineficiente modelo de negocio. Para poder perpetuar una situación absurda. Y se ayuda, lógicamente, de los artistas que ellos mismos colocaron allí, a modo de ídolos mediáticos sesgados, interesados, como si realmente fuesen ellos, y no los cientos que el sistema dejó en el camino, los representantes de la cultura. Como si nos quisiesen convencer que, en realidad, su sistema es necesariamente el único o el mejor a la hora de escoger qué cultura tiene calidad y debe ser producida, y cuál no la tiene y debe ser ignorada.
Eso, y no la defensa de la propiedad intelectual, es lo que hay detrás de lo que la ministra lleva mañana bajo el brazo al Consejo de Ministros. Para defender la propiedad intelectual ya se han desarrollado métodos, son muy buenos, han sido probados, y avalados por las mejores autoridades académicas y jurídicas. Lo que usted lleva ahí no pretende defender la cultura, sino sólo a los que pretenden monopolizarla y aprovecharse de ella para sostener actitudes y hábitos de vida completamente insostenibles.
Libere la cultura, señora ministra. Podría ser, sin duda, su mejor contribución.
Felicitarte por lo claro que has presentado el tema. Es la primera vez que lo veo expuesto de forma clara y concisa y creo que la Sra. Ministra no lo habrá visto nunca así pues de lo contrario entiendo que te habrían llamado para pedir tu opinión.
Por otro lado, creo que todo el dinero que hasta ahora ha movido se lo reparten unos pocos y esos son los que quieren seguir viviendo aún mejor de lo que viven sin repartir con los que menos tienen.
Vanitas, vanitatis, et omnia vanitas. El speech contra la Maligna Industria Musical en el que parece usted anclado, permitame decirle que parece de un rebeldísimo joven universitario. Uno de los fallos comunes a la hora de exponer argumentos es la defensa con soflamas de los pensamientos de uno, una vehemencia excesiva que suele desacreditar a quien la ejerce. «Dejaré de negar cuando vosotros dejeis de afirmar» que dijo aquél. Me permito la crítica a sus comentarios por estar en abierto, como hay gente que se permite tirar tomates en las fiestas de pueblos a los grupos de música por estar en abierto, e ir mamados hasta el corvejón. Yo utilizo las redes P2P mucho, y no me han acosado por el momento. El sistema SGAE es abusivo y falto de sentido. El sistema que usted defiende, linda con el gratis total (seguro que negará al leerlo, si lo lee), y es igualmente abusivo y falto de sentido. Este país se caracteriza por dos cosas, la ley del péndulo, pasando de un extremo al otro, y las camarillas y grupúscuplos de discusión en las que todos son de la misma cuerda. Mozart murió con 35 años en la más absoluta miseria. Como leyenda vende mucho, aunque seguro que a él mucha gracia no le hizo. Es extraño que una persona del entorno académico como usted critique lo que son reglas del juego del libre mercado (» se ayuda, lógicamente, de los artistas que ellos mismos colocaron allí, a modo de ídolos mediáticos sesgados, interesados, como si realmente fuesen ellos, y no los cientos que el sistema dejó en el camino, los representantes de la cultura»), o consecuencias del oligopolio o de los monopolios, muchos de ellos extraordinariamente más abusivos y tremebundos que los cuatro trasnochados de la SGAE y la ministra hortera. Y un último apunte; no caigamos en el error de definir toda la música como cultura. La Polla Records no es cultura. Kortatu no es cultura. ¿O es que cualquier elemento pergeñado con una guitarra, un papel, o un bloque de mármol siempre será cultura? Si éste es el nivel de discusión, qué triste. Al final estaríamos como la ministra con su chupa roja de cuero diciendo «voy a ver a metallica porque es cultura».
Mi enhorabuena Mr. Dans.
No solo es ignorancia… no interesa liberar a la Cultura, es mas, no interesa la Cultura. Ese es el problema. Solo se intenta dar una falsa apariencia para recortar nuestras libertades y acondicionar nuestro punto de vista a aquello de lo que han decidido podemos disfrutar.
Felicitaciones
Un poco como comentario general y un poco en respuesta al autodenominado «Troll», decir que seguimos con la manía de que «contenidos libres» son necesariamente «contenidos gratuitos» y, aún así, que «contenidos gratuitos» sería un concepto incompatible con «remuneración del autor». Y no hay manera.
Sorprende esta idea tan errónea cuando en España hace cuarenta y cinco años (muchos más en el resto de Europa Occidental y no digamos en los Estados Unidos) que tenemos un invento llamado «televisión» que ha demostrado hasta el hartazgo que puede suministrar (y además a mansalva) contenidos gratis y no sólo retribuir a su autor sino también, y en más de un caso, hacerlo rico. Es sólo un modelo de los muchos posibles. Y la TDT va a traer nuevos modelos de negocio, con casi toda seguridad, sin que el ciudadano tenga que rascarse el bolsillo para disfrutar de los contenidos (otra cosa será la participación en concursos y demás «gadgets»). Pero pese a este rutilante ejemplo, no hay manera: queremos «priva gratix» y el autor a pasar hambre.
Los cambios en los modelos retributivos siempre producen miedo a los profesionales afectados, es comprensible. Y los cambios de modelos industriales, peor aún porque el problema no es de modelo retributivo sino de saber si habrá una determinada profesión de la que seguir viviendo. Los oficiales y auxiliares administrativos son una profesión a extinguir a plazo medio o incluso corto y no hace ni quince años copaban centenares de miles de puestos de trabajo. Se han perdido. Pero, en cambio, han nacido decenas de profesiones nuevas gracias a las TIC que han compensado con MUCHAS creces el derrumbamiento de la burocracia analógica de visera y manguito.
Esto es como las inyecciones: no gustan a casi nadie, dan miedo a muchos y hay una minoría bastante histérica que es capaz de morir antes que dejarse pinchar. Pero las inyecciones curan, sin más condición que un buen diagnóstico de la enfermedad, una buena prescripción del medicamento y una buena administración del mismo.
O, dicho «en boina»: lo que escuece, cura.
¡Mira!ahi arriba,,, ¡Caramba¿ ,,,, un par de comentarios con chicha en este post. 8)
Sera una vision, sera un espejismo. En fin a ver si la gente se anima y se contagia, ¡venga a quitarse el preservativo de la lengua!.
Salu2.
«Ay! que a gusto me iría ahora a la cama, pero hay que estudiar, tengo examen mañana, cualquiera diría que los exámenes son el fin al que dedicas tu propia vida.
Uno cree que aprender es importante, y se convierte en un jodido intelectual que trata de serlo más que los demás.
Uno se pasa años y años con la nariz metida entre los libros mientras el mundo se escapa frente a uno»
Kortatu
Si esto no es cultura que me lo expliquen.
Por mucho que quiera revestir con lenguaje vácuo y futil, su discurso está poco argumentado y fácilmente, predecible. Menos texto superfluo… es ¿contra el sistema de producción capitalista contra el que se rebela o contra qué? Gracias.
No, seria bastante «peregrino» ver a un profesor de una escuela de negocios rebelándose contra el capitalismo, ¿no te parece? :-)
A lo que voy es a que existen varios caminos para ejercer una actividad de manera rentable, la tecnología debe abrirnos nuevas vías, no cerrárnoslas. No pretendo que la música sea gratis, aunque habrá mucha que lo sea porque el modelo de negocio no esté en vender música, sino otras cosas. Pero también habrá música con precio, y músicos que obtengan buenos rendimientos de personas que quieran asegurar que ese músico sigue produciendo. Y no cito, por obvios, los rendimientos derivados de conciertos, merchandising y otro tipo de actividades.
Por no decir, ni siquiera digo que las sociedades de gestión de derechos deban desaparecer: si lo hicieran bien, es posible que en un escenario digital su papel se vea incluso reforzado. Pero claro, con los mimbres actuales no se pueden hacer muchos cestos…
discrepo.
la retórica de mayo del 68, podía buscarse mejores y mas justas causas que el derecho de autor.
el ciudadano está machacado por muchos poderosos; no malgaste su talento reivindicativo con uno de los grupos sociales ( autores de música)mas puteados que existen.
Sea cultura, sea industria cultural, o de ocio o como quiera definirlo, tienen derecho a que el gobierno y su sindicato- la SGAE- les defienda, en lo que es el pan de cada dia.
¡salud!