Mi columna de esta semana en Expansión se titula «Conversaciones» (pdf), y trata sobre como la unidad de análisis en la blogosfera no es, como piensan los que se acercan por primera vez a ella, el blog. Pensar en un blog como un destino o producto en sí mismo es cada vez más un ejercicio de egolatría o de autopromoción. La unidad de analisis, cada vez más, no es el blog, sino la conversación. El conjunto de blogs que lees, la comunidad de personas que te lee o comenta en el tuyo, tus watchlists de Technorati que te avisan de en qué otras páginas se establecen conversaciones con cosas que tú has escrito o comentarios que has hecho a posts de otros, o temas que te interesan y quieres seguir…
Todo un conjunto de bases de datos entrelazadas, donde herramientas para poner orden como Technorati o el trackback se convierten en indispensables para seguir esas conversaciones. Varias veces me ha pasado ya esto de ver una mención en mis watchlists de Technorati, acercarme al blog en cuestión para hacer un comentario, y encontrarme con una reacción sorprendida del tipo «ayvá… ¿cómo me has encontrado?». Francamente, dudo mucho que la gente se meta en Internet para escribir en su blog. Me inclino más por pensar que la gente entra en Internet, escribe en su blog, pero además lee otros blogs, monitoriza su trackback, sus watchlists y sus comentarios, y, en general, participa en conversaciones. Y ese cambio de dimensión, de «mi página en Internet» a «mi conversación con el mundo» constituye realmente el cambio fundamental de la época de la «vanity page» a la era de los blogs.
Y aquí, el texto completo de la columna
Conversaciones
A veces es interesante mirar las cosas con cierta perspectiva, con distancia. Acerquémonos, por ejemplo, a un fenómeno tan comentado últimamente como el de los blogs o cuadernos de bitácora: personas o grupos de personas que publican en una página sobre un tema que les resulta interesante, asociado tal vez a cosas que leen o escriben, y que aparece en consecuencia disponible para otros en orden cronológico inverso, con lo más reciente en la parte superior de la página. Suele acompañarse normalmente de cierta «profundidad» en forma de accesos a otras fuentes utilizadas en su confección, a otros recursos que el autor lee habitualmente, etc. Hasta aquí, resulta algo relativamente normal, y tiene una importancia relativa: una página será tanto mejor en función de factores como la calidad de su autor o de los contenidos producidos. Visto así, es un elemento aislado en una inmensidad, un pequeño alfiler en ese inmenso pajar que viene a ser Internet en nuestros días. Según un reciente dato, cada día se crean entre treinta mil y cuarenta mil blogs… ¿qué posibilidades existen realmente de que alguien llegue a leer, entre semejante berenjenal, precisamente el nuestro? Aparentemente, más bien pocas.
Sin embargo, metamos en el juego un componente interesante: ¿qué ocurre si cada vez que escribimos una nueva entrada en nuestra página, la acompañamos de una serie de descriptores o tags y la enviamos a un motor de búsqueda como Technorati, especializado en registrar las relaciones que ocurren en la blogosfera en enormes bases de datos entrelazadas? Dado que no somos los únicos, nuestro contenido pasa a formar parte del subsegmento de entradas archivadas bajo ese epígrafe determinado. Acabamos de ponernos en la ruta de lectura de toda persona que busque información sobre ese tema concreto. Muchos, a su vez, serán autores que, al encontrarse nuestra entrada, podrán decidir utilizarla. Si lo hacen, seguramente la vincularán, y ese vínculo será a su vez recogido por Technorati. Yo lo veré en mi trackback, instrumento que me informa de quién ha comentado sobre la entrada que yo escribí. Así, los visitantes de mi página podrán ver que existen otros sitios en Internet donde la conversación sigue. Tal vez con un punto de vista afín, o con uno contrario. Y de ese sitio, posiblemente a otro, o a varios más. A mí, autor de una entrada, se me ofrece de repente la posibilidad no sólo de seguir lo que ocurre en mi página mediante los posibles comentarios de quien la visita, sino, además, de seguir toda una telaraña que me conduce a quién ha escrito sobre ella en otras páginas. Me levanto, y Technorati me dice en mi programa lector de noticias, que una entrada mía ha sido citada en otra página. Me voy a ella, puedo leer el comentario de esa otra persona, y tal vez contestar «por alusiones» en su página, que hasta ese momento no tenía porqué conocer. O bien puedo irme a Technorati, hacer una búsqueda de la palabra o palabras clave que me interesan – o de mi nombre, o del de mi compañía – y llegar al listado de todos aquellos que han escrito sobre ello, ordenados en función de un orden: los más recientes, los más enlazados o citados, etc.
Todo lo que hacemos en la blogosfera queda registrado en una base de datos viva, dinámica. No son autores individuales escribiendo pequeñas contribuciones, sino conversaciones entrelazadas entre sí. Los recién llegados a la blogosfera creen que la unidad es la página, pero no, no es así. La unidad es la conversación, registrada en esas enormes bases de datos que permiten su seguimiento. Cuando alguien cita a alguien, Technorati avisa, y ese alguien puede participar. Algo completamente impensable hasta el momento. Aplicar la potencia de las bases de datos a algo tan vivo y dinámico como la blogosfera origina un fenómeno ilimitado: nunca nadie había podido tener una comunicación tan directa, tan dinámica con el mundo. Bienvenidos a la conversación.
Yo no creo que se trate tanto de buscar la unidad de análisis de la blogosfera que, efectivamente, creo que debe ser la conversación o la comunidad que se construye alrededor de los blogs con su dinámica propia, sino que se trata, fundamentalmente, de poner el fenómeno blog en contexto. Y ese contexto es la generalización, convergencia e integración, de herramientas de comunicación, colaboración y compartición de contenidos sobre la base de las redes sociales; que utilizan como instrumentos los blogs – de todo tipo – los wikis, el social software propiamente dicho, la mensajería… para construir esas comunidades y dar soporte a su dinámica de funcionamiento y relaciones, sea cual sea ésta y el entorno en la que se desarrolle.