El otro dia, a través de un comentario de Fernand0, conocimos el Neuros. El Neuros es como si una persona inteligente hubiese cogido un iPod, hubiese pensado eso de «¿qué le sobra, qué le falta?» y lo hubiese sacado al mercado con arquitectura abierta. Admite todos los formatos, es un receptor de FM digital, reconoce música cuando la escucha (y se queda con un fragmento para encontrarla después en Internet y bajársela entera), sincroniza cómodamente con el PC, y emite si quieres en una banda de FM que encuentre libre para que la sintonices en el coche, en el equipo del salón o donde buenamente quieras. Vamos, como un iPod, pero negro y con esteroides (ver la demo en Flash).
El Neuros me parece, decididamente, un cacharrito interesante. Pero lo interesante viene cuando combinamos algo como el Neuros con otras noticias, como aquella en la que Ballmer llamaba ladrones a todos los usuarios de iPod, o esta que anuncia que están quebrando las tiendas de música de Corea del Sur, el mercado con mayor penetración de banda ancha del mundo. ¿Qué está pasando en la industria de la música? Simplemente, que el usuario ha decidido utilizar la tecnología en busca de formas más adecuadas de consumir el producto. Formas que le permitan una ubicuidad en el consumo, un acceso a los bits inmediato y desde cualquier lugar. La comparación no resiste ni el primer golpe: estoy ante la televisión, y escucho algo que me gusta. Para obtenerlo de manera que pueda escucharlo a mi voluntad, debería, según el obsoleto planteamiento de la industria, esperar a que las tiendas abriesen. Después, vestirme y asearme adecuadamente para bajar a la calle, llegar hasta una tienda, buscar el CD correspondiente – que podrá, por supuesto, estar o no estar – y adquirirlo, lo cual además me obliga a adquirir con la canción que a mí me gustaba, unas cuantas más, que podrán gustarme o no. Tras eso, regreso a mi casa (en el coche podré escucharlo si cuento con reproductor de CDs, sino no) y puedo oír la canción en el reproductor correspondiente, precedida por la que el artista decidió colocar antes de la que me gusta y sucedida por la que colocó después, dado que lo contrario resultaría incómodo. Si quiero bajar al coche de nuevo, o irme a mi despacho, debo llevar conmigo el CD que adquirí (¿debería adquirir dos si la canción me gusta mucho?) Por supuesto, tendré que resignarme a no poder escuchar lo que me apetece en el lugar en que me encuentre, a no ser que se den una serie de casualidades equivalentes a las conjunciones astrales de las lunas de Júpiter (he traído el CD, hay un dispositivo reproductor de CDs, tengo privilegios para usarlo).
Frente a algo así, veamos la alternativa: escucho la canción, me levanto de delante de la tele, y me voy al ordenador, donde me la bajo. La ubico en mi disco duro, accesible desde toda la casa, y puedo escucharla sóla, o bien incluirla en una lista de reproducción variada con los criterios que yo quiera aplicar. Puedo incluso pedir una reproducción al azar de todo mi catálogo, o del tipo de música que quiera, y que la canción aparezca cuando quiera. Tras sincronizarla con mi dispositivo portátil, en el que puedo llevar entre 5,000 y 20,000 canciones, puedo escucharla allá donde esté con los cascos, o en abierto si hay un receptor de FM disponible. Todo más simple, más adecuado, más lógico, más conveniente. Y aún así y todo, los dinosaurios de la industria pretenden oponerse a todo, llamarme ladrón y que algo así no llegue a funcionar jamás.
El avance de la tecnología hace que cada vez progresemos más en comodidad, en facilidad de acceso, en versatilidad. El Neuros y dispositivos afines son un claro ejemplo de ello. Ver ladrones donde sólo hay usuarios buscando comodidad y conveniencia es como ver malvados gigantes donde sólo hay pacíficos molinos de viento. Una industria que persigue a cañonazos piratas que sólo existen en su calenturienta imaginación, esa que confunde mafias con usuarios, ordenadores con mantas e Internet con inmigrantes explotados. Cada día más neurótica, cada día más patética.
Estoy completamente de acuerdo ..yo con ipod me muevo con la musica ..paso el cd al ipod y inmediatamente lo tengo en los ordenadores que utlizo..cuando me voy a casa en el coche conecto el ipod y sigo escuchando..me voy a correr y llevo mi musica..si cojo el transporte publico con los cascos….
Las dos ultimas lineas de tu post es asi..es confudir el tocino con la velocidad
Estoy completamente de acuerdo. El problema surge cuando «el tocino» y «la velocidad» se tipifican en un código penal que «colisiona» incluso con la copia privada (aquel pequeño reducto de libertad que nos quedaba a los usuarios). Confío en que el propio mercado vaya poniendo, poco a poco, las cosas en su sitio.
Bueno, eso de escucharla en el reproductor del coche o en el Pc está por ver, porque despues haber ido a la tienda y pagar por todo el CD no te funciona ahí porque está protegido y ni te han avisado
La industria del disco está abocada a la desaparición. La industria de la música tiene un fututo brillante.
Un saludo
Elbier Minks
www.memoriasdelfuturo.com
Ah! la tecnología y la ubicuidad…
«El avance de la tecnología hace que cada vez progresemos más en comodidad, en facilidad de acceso, en versatilidad…» es más bien al revés Enrique; como si pequeños dioses caídos que en el fondo somos todos, queremos controlar las cosas a distancia, cuando y como nos plazca. Muchas de esas necesidades, que corresponden a cualidades «divinas» están programadas en todos desde siempre. La tecnología fascina tanto porque nos las acercan más que nunca; la tecnología es la respuesta a necesidades ancestrales del ser humano, que en ocasiones toman la forma por ejemplo de querer escuchar música donde, cuando y como uno quiera. Ni mil millones de RIAAs y SGAEs pueden parar eso.
Yo creo que los del neuros deberían mandarme uno ‘de prueba’, por las veces que lo comento en todos los sitios que puedo ;)