La semana pasada, Wired inauguró una columna sobre sexo, a cargo de Gina Lynn. La primera fue simplemente su presentación. Pero en la segunda… se ha salido, y nunca mejor empleado lo de «salido»: habla de teledildonics, es decir, juguetes sexuales (dildos) para ambos sexos, que se conectan al puerto USB del ordenador y son controlados a través de la Red. Un sitio, Sinulator, ofrece una amplia variedad de «juguetes» que pueden ser controlados a través de un panel de control (ver demo) específico para cada uno, en el que otra persona puede accionar las diferentes partes del «invento». La historia no se queda ahí… si las dos partes de la «transmisión» tienen un «invento», la cosa es, claro está, bidireccional. Recortando y pegando de la columna de Gina, una cosa así:
«… for home use, the Interactive Fleshlight is where it’s at. The Fleshlight is a standard, sleeve-style vibrator for men, with a twist: It’s also a transmitter. It measures the speed and force of each thrust and communicates those metrics to the software, which translates them into vibration and pulse on the other end. In other words, a man can be thrusting in Cleveland while a woman is penetrated in Seattle…»
Impresionante. Este tipo de temas afectan y remueven cuestiones de toda índole, como el tipo de relación que pueden mantener dos personas cuando uno de los dos viaja mucho, o entre personas que no se conocen, o el concepto de infidelidad, o el de aislamiento… Todo un conjunto de situaciones nuevas que hasta hace poco, simplemente, no existían. Imagínate contándoselo a tu abuela… «entré, y le ví ahí, delante del ordenador…» O a un juez en una demanda de divorcio: «que sí, que me ha sido infiel con una persona a la que no ha visto, conocido ni tocado jamás…»
No, si cuando digo que la Red lo cambia todo, todo, todo…