Leo en el WSJ como las tres Baby Bells más grandes, SBC Communications, BellSouth y Verizon Communications, están utilizando el tamaño de sus redes para impedir la competencia de otros operadores minoritarios locales. Esos pequeños operadores entraron en el mercado después de la Telecommunications Act de 1996, que intentaba promover una mayor competencia en los mercados de telefonía locales abriendo las redes de los operadores incumbentes a la competencia. Ocho años después, los operadores antes incumbentes se encuentran con que pueden ofrecer casi cualquier cosa para obtener clientes en el segmento residencial… y ofrecen, en efecto, casi cualquier cosa: BellSouth regala un cheque de 100 dólares, más 25 dólares en una «gift card» y la eliminación de los 40 dólares de coste de conexión. Verizon regala un crédito de 75 dólares en llamadas y una rebaja sustancial en los primeros meses, etc. La idea detrás de tanta promoción es que, a pesar de un coste de adquisición de cliente obviamente superior, se puedan capturar muchos otros servicios de ese mismo cliente, tales como Internet a alta velocidad, comunicaciones móviles (entre las tres operadoras citadas controlan al 50% de los clientes de telefonía móvil de los Estados Unidos), etc. que permitan rentabilizar a ese cliente de otras maneras. Por otro lado, las grandes operadoras ofrecen servicios adicionales con coste, tales como el famoso *69 (devolución automática de la llamada al número que te llamo a tí), información, listado de privacidad, llamada a tres, etc. que pueden ser utilizados para incrementar facturación, o bien ser introducidos en paquetes de ofertas de diversos tipos. Para redondear la faena, las tarifas por uso de la red han sido liberalizadas en parte, lo que permite a las dominantes incrementar el coste para las otras compañías.
El escenario final es claro y concreto: por un lado, predatory pricing. Por otro, decremento de márgenes para quien no tiene las infraestructuras en su poder. Y por último, victoria de aquel que es capaz de «cabalgar» sobre un efecto red más fuerte. Y las pequeñas, mirando como se hace eso de pedir la bancarrota… Sin meternos a juzgar el resultado final de la Telecommunications Act, sí es interesante ver como en el compromiso entre una mayor competencia y el permitir que aquel que se gastó dinero en poner la infraestructura la pueda rentabilizar, ha ganado la segunda opción.
La aplicación del tema en España podría dar lugar a especulaciones de todo tipo. En primer lugar, porque ofertas y servicios como los que hemos comentado constituyen demostraciones de flexibilidad que podrían hacer que a Telefónica se le rompiese la cintura. En segundo, porque Telefónica no necesitaría, ni en la peor de sus pesadillas, utilizar ese tipo de ofertas, porque de facto sigue siendo un monopolio. Imaginar una Telefónica en la que el concepto de cliente sea envolvente, y abarque todo lo que uno necesita en lo referente a servicios de telecomunicaciones resultaría no sólo complicado pensando en las características de la Telefónica actual, sino incluso potencialmente ilegal. Pero está claro que, como comenté hace un año y pico en el contexto de unas «conversaciones sobre el futuro» con altos responsables de la compañía, vamos hacia un escenario de ese tipo: una visión envolvente de cliente, del que la compañía tiene una visión 360º, y es capaz de encargarse de sus posibles necesidades globales de telecomunicaciones y de actuar como un «consultor individualizado» de sus necesidades. Se hará mejor o peor, pero parece que vamos hacia ahí.