Este fin de semana, en la habitación del Parador de Tordesillas, he visto algo que me ha parecido una muy buena idea: esta caja fuerte. ¿Qué tenía de especial? Simplemente, que para cerrarla, en lugar de la tradicional combinación que el usuario puede escoger, había que pasar una tarjeta con banda magnética, cualquier tarjeta con cualquier banda magnética, por la hendidura del lector. Eso provocaba que la caja se cerrase. Para abrirla había simplemente que volver a pasar la misma tarjeta. Probé con tarjetas de crédito, con la del gimnasio, con la driver’s license americana… ningún problema, aquello abría y cerraba perfectamente.
La idea es interesante. Todos nosotros llevamos encima un buen número de bandas magnéticas con características únicas. El poder utilizar las para identificarnos ante una caja fuerte es, simplemente, inteligente. Puestos a evolucionar la idea, a mí, que manifiesto un odio especial hacia ese objeto inanimado llamado llave, que destroza bolsillos y me olvido en todas partes, me parecería atractiva la posibilidad de entrar en el hotel, dar la tarjeta de crédito con la que al final pagaré mi estancia, y olvidarme de llaves de nigún tipo. Usar esa misma tarjeta para entrar en mi habitación, abrir y cerrar la caja fuerte, entrar en la sauna o hacer cualquier cosa que requiera identificación. Sin llaves de ningún tipo. O, ya puestos, mejor todavía con un identificador RFID que te den al entrar y que puedas llevar pegado en tu cartera…
Qué gran idea. Y la de ampliarlo a la cerradura de las puertas también (¿la patentas?).
Solo se me ocurre una objeción, y es que vas dejando el número de tu tarjeta por todas partes con el riesgo que ello conlleva para la seguridad.