Enrique Dans

Aprovechando la distancia me he puesto a probar ese Skype del que todo el mundo habla… hacía un montón que una amiga me lo había recomendado, pero claro, no es la típica cosa que te pongas a evaluar desde la tranquilidad de tu casa. El caso es que me lo he bajado y lo he instalado en dos patadas, mientras, con el messenger abierto, iba dándole instrucciones a mi mujer sobre como instalarlo ella (no que las necesitase para nada, simplemente es que lo estaba instalando en el ordenador principal de casa y con ese soy yo un poco «rarito» a la hora de mantener el orden y esas cosas). Se da uno de alta, y la primera en la frente: las cinco de la tarde, hora de Miami, y había la friolera de 364,685 usuarios conectados… No está mal como efecto red, ¿no?

Tras darme de alta, localicé a mi mujer, y empezamos a hablar. La sensación es curiosa, porque me esperaba una instalación pesada, que se pegase con el firewall y todas esas cosas… nada de nada. Como la seda. Funcionando en cuestión de segundos. Y otra sensación extraña: el messenger abierto, y sin molestarse con el Skype lo más mínimo. Puedes tener la ventanita abierta y escribir en el messenger mientras hablas, aunque aparentemente no tenga mucha lógica, o, en mi caso, pintar algo con el lápiz del Tablet. O algo que tiene más sentido: pinchar la cámara en el messenger, pero usar la transmisión de voz del Skype, que es lo que he oído que hace mucha gente. Con la primera conferencia la sensación no fue buena, muy «voz enlatada», y mi mujer me oía como si fuese un móvil sin cobertura. Supongo que tiene algo que ver con el lío de altavoces que tengo en el despacho de casa, que producen campos magnéticos de todos los colores. Después quise llamar a una amiga, a la que me recomendó el programa, pero no la pude localizar por nombre. Sin embargo, recordé que me había enviado un mensaje en el que, al final, ponía un pequeño banner rojo que decía «Skype me«, y me fui a mi programa de correo a localizar el mensaje. Un simple click en el microbanner, y ya tenía a mi amiga instalada en mi lista de contactos del Skype, y la llamada iniciándose. En este caso, ella no esperaba mi llamada, y el comportamiento del programa fue exactamente el de un teléfono: tono de llamada, y ella descuelga. Misma sensación. Y de calidad, en fin, no es la misma que un teléfono normal, pero sí francamente comparable. Perfectamente usable, y eso que yo estaba con los altavoces y el micrófono internos del tablet, que tampoco creo que sean como para tirar cohetes.

Si me pongo a pensar en la cantidad de dinero que las correspondientes telcos estarán dejando de ingresar con esos trescientos y pico mil usuarios conectados en ese momento, me entran todo tipo de sudores. Esto funciona, y funciona rápido, sencillo y bien, sin necesidad de ser ingeniero para ponerlo a andar. Mi padre, persona analítica donde las haya, me comentaba el otro día que había dado de baja el Pais 30, y eso después de usar el messenger, antes de conocer Skype…

¿El truco? Telefonía P2P. Es decir, una red en la que cada uno de los nodos participan dinámicamente en el enrutado y procesamiento del tráfico de paquetes. Con la cantidad de capacidad existente en la Red, la propuesta de eficiencia es absolutamente imbatible. Y después de probarlo, francamente, me lo creo.