La Bitácora de Salvador Aragón no sólo hay que leerla. Hay que hacerle mucho caso. Leía el otro día su post sobre el spyware, y esto coincidió con que, en el ordenador de mi despacho, entré en algún sitio que me instaló uno de estos molestísimos «disparadores de pop-ups» (adware), que automáticamente, y a pesar de la barrita de Google, empezó a ejercer su función martirizadora con notable eficiencia. Por daros algunos datos de mi situación, yo en casa tengo perfectamente instalado, configurado y muy bien afinado tanto el ZoneAlarm, como firewall, como el Pest Patrol, que controla todos esos tipos de «bichos» a los que Salvador se refería en su post (por cierto, estos dos programas, cuando los compré, venían ambos en el mismo lote). Sin embargo, en el ordenador del despacho siempre he pensado que la seguridad relacionada con este tipo de cosas depende no tanto de mí, como del Departamento de Informática y, por tanto, es una máquina que está menos «de mi mano».
¿A donde voy? Pues que tras la experiencia de los pop-ups, muy molestos y que dificultan el flujo normal de mi trabajo (imaginaros estar reunido con alguien, abrir el navegador para enseñarle algo, y que aparezcan «según que» pop-ups), me decidí a bajarme e instalarme el Pest Patrol también aquí. Adivinad el número de pests detected. No una, ni dos… sino ¡¡¡TRESCIENTAS DOS!!!. Trescientos dos programas diferentes, con nombre, apellidos y procedencia, entre spyware (monitorizadores de navegación, normalmente con el fin de regular el tipo de anuncios servidos en páginas bajo su control) y adware (servidores de anuncios propiamente dichos, «lanzadores» de pop-ups, «sustituidores» de banners por otros, etc.) La mayoría de esos programas tiene una posición en el registro de Windows, y operan procesos en el ordenador relativamente ligeros (para que no levante sospechas), pero que al unirse en número de 300 y pico, os imaginaréis el drenaje de recursos que supone…
El caso es que los he limpiado, y no sé, será en parte sugestión, pero este cacharro parece de repente un velero bergantín que no corta el mar, sino vuela… Y a mí me sugiere eso, lo que digo en el título, los problemas del sexo no seguro. Es como haber andado durante una temporada por ambientes promiscuos y sin tomar las debidas precauciones, y de repente examinarte y darte cuenta de que tienes «de todo»… En fín, perdón por la comparación :-)