Me acaba de mandar un amigo este link a un interesante artículo del International Herald Tribune acerca de los blogs como fenómeno obsesivo, y claro, me he reído, porque aunque no soy como ese que describen que se puso a bloggear desde el cuarto de baño del hotel en la mañana de su aniversario, a veces sí que podría parecerlo. Supongo que el fenómeno de mantener un blog sí puede resultar obsesivo para mucha gente. Para mí, no es más que una manera de «obligarme» a mantenerme informado, algo que de todas maneras debo hacer y me viene bien mantener como forma de vida en mi actividad como académico. Empezó porque mi amigo Alberto Knapp me convenció de que el blog era, realmente, la evolución de la página personal, y a mí, que ya tenía la mía desde hacía mucho tiempo, me pareció una idea muy interesante. Dos días después de nuestra conversación, Google compró Blogger, y yo me dije eso de «uyy, esto a lo mejor se pone interesante».
Tener una página personal en Internet puede servir a muy diversos fines. En mi caso, la página personal servía como punto para intercambiar mi trabajo como académico… aquí está la primera, en 1996, en UCLA, que intuyo que por un error de servidor sigue ahí, perdida en algún directorio, aunque nadie la mantiene… según el contador de Nedstat, tiene casi una visita por día. De ahí pasé a la del Instituto de Empresa, que aún mantengo como repositorio de información, los artículos que escribo, conferencias, CV, etc., fundamentalmente porque me da espacio casi ilimitado (o al menos por ahora nadie me ha dicho nada). Esa es la que pongo en clase como ejemplo de «vanity page«, aunque para mí no es más que un recurso para acordarme y mantener ordenadas las cosas que voy haciendo (mi amigo Julián opina que, en realidad, soy la cosa más patológicamente vanidosa del mundo, y que tanto la página como el blog obedecen a un supremo ejercicio de narcisismo… quien sabe… a lo mejor es un tema que debería mirarme :-) Y de ahí pasamos a este blog que conocéis y leeis unos cuantos. De entrada, me encantó la experiencia, porque el dinamismo de la página la hacía aparecer más alto en los buscadores que la propia página que llevaba manteniendo cuatro años. En muy poco tiempo, el blog empezó a multiplicar por un interesante factor las visitas diarias de la página personal, y a convertirse en algo que no sólo seguía cumpliendo su función de obligarme a mantenerme informado, sino que ya me despertaba interés por bloggear determinadas cosas que, al verlas, me hacían pensar eso de «uyy, esto es carne de blog«. A ello se unió el fantástico tema de los comentarios; recuerdo a Alberto diciéndome que tenía que ponerlos, que sin comentarios «un blog no era un blog». Hoy son seguramente una de las la razones más poderosas para tener un blog: recibir inputs, madurar ideas, probar reacciones, o simplemente «cerrar el círculo» de alguien que se lo pasa fantástivamente bien escribiendo en un periódico, pero que después se queda mirando a la página impresa pensando qué tipo de reacción, si alguna, habrá causado su artículo en el lector…
En mi caso, he llegado a un estado en el que bloggear me ocupa entre quince minutos y media hora cada día, puede que algunos días algo más, y me parece un tiempo bien aprovechado, que redunda en unas clases mejor documentadas, unos artículos más inspirados o unas reflexiones más maduras gracias a la participación de un grupo de gente que me lee y comenta de manera regular. Pocos comentarios, sí, pero muy interesantes, y seguro que si alguien los leyese y comprobase la correlación con las cosas que digo en clase o en prensa, se daría perfecta cuenta del papel que juegan.
No creo tener ningún tipo de obsesión con el blog, francamente. Entiendo que el tema pueda obsesionar. Cualquiera que haya tenido una página en Internet seguro que evoca esa sensación de monitorizar las estadísticas de las visitas, o de seguir los links que les han llevado a tu página, de intentar saber qué razón les llevó allí. En mi caso, eso ocurrió hace ya mucho tiempo, el rush ya se me pasó. Sigo monitorizando las visitas casi a diario, pero ya no tanto por ver si son muchas o pocas, sino por intentar «conocer un poco más a quien me lee», como digo en mis clases de CRM. Yo, como las empresas a las que me refería hace un par de posts, me meto en los temas sin medirlos, sin intentar calcular «el ROI de mi inversión», para experimentar, para «ver que pasa». Me alegra muchísimo ver que mi experiencia ha podido estar detrás de la inspiración para otros blogs de mi entorno, como el de mis amigos y profesores del área Salvador Aragón o Ricardo Perez Garrido, y seguramente alguno más (se me ocurre alguno cuya «afición bloggera» intuyo que pudo haber empezado en esta página, pero no voy a ser tan pretencioso como para ser yo quien se arrogue el mérito de tal cosa). Supongo que el tema podrá derivar en breve hacia algún tipo de «blog colectivo», tal vez un «blog del área de SI/TI del Instituto de Empresa», quien sabe. Y una vez más, no tengo ni idea de si hacerlo así sería bueno, malo o regular, si acabaríamos todos electrificados y obsesionados, o pegándonos por hacer el post más ingenioso, o vete tú a saber como. Si sería interesante o derivaría en un conjunto de internal jokes y piques divertidos que no entendería nadie más que nosotros mismos. Y ese «no saber», esas ganas de experimentar, siguen siendo las que hacen que me lo siga pasando fantásticamente bien con todas estas cosas.
Hola Enrique,
Es cierto tu blog nos ha servido de inspriración a muchos. Ese es mi caso. No nos conocemos pero sigo tu blog asiduamente y tengo que confesar que aprendo mucho.
Hace poco empecé mi propio blog dedicado al sector turístico. ¿Que como conoci el blog?. Muy fácil buscando en Internet como hacen muchos alumnos del IE (en mi caso ya ex-alumno).
saludos :-)
Javier G