Fin de semana «prolífico»… por un lado, salió la columna de Expansión en la que comentaba el tema de los virus y la ingeniería social. Por otro, el sábado sacaron reseñitas mías tanto en Expansión como en Cinco Días sobre el tema del código «fugado» de Windows. Yo, francamente, me reafirmo en lo comentado: por un lado, como empresa tecnológica, no sufren gran cosa en su reputación, porque siempre pueden achacar la fuga a alguna de las entidades con las que habían compartido el código. Por otro, se trata de dos sistemas parcheados y reparcheados hasta la saciedad, va a ser francamente difícil encontrarles nuevas vulnerabilidades. Y si aparecen, pues que bien… sacamos otro parche, y damos un incentivo extra para que los clientes «remolones» hagan un upgrade. Y si en un mes o así no ha surgido ninguna vulnerabilidad adicional, podrán darse golpes en el pecho y decir «fíjate, somos como Linux… el código ahí fuera, in the wild, y aquí estamos, sin problemas de ningún tipo…»
Obviamente, el «truco conceptual» surge del momento en que se da la depuración del código: mientras en Windows, la presión de una estrategia comercial hace que el sistema operativo salga «lleno de agujeros», que se van «remendando» con el tiempo y las denuncias de usuarios y hackers variados (se dice, aunque jamás he visto los números, que Microsoft gasta más dinero en atender las llamadas de sus usuarios con problemas que en el desarrollo de sus programas), en el caso de Linux es el propio «proceso de producción», si es que podemos llamarlo así, el que provoca la depuración exhaustiva del código hasta dejarlo limpito como una patena, vía la revisión sucesiva de un colectivo amplio e independiente. El contraargumento también es posible: seguramente Linux, a pesar de su proceso de revisión constante, tampoco es perfecto… si fuese predominante en el mercado, algunos hackers se especializarían en intentar encontrarle vulnerabilidades. Pero por el momento, que queréis que os diga…
Casi les beneficia en ciertos aspectos: ahora pueden echar la culpa a los ladrones malos, malosos de los problemas de seguridad que aparecerán en el futuro.