No se si será la moda o la coyuntura prebélica, pero el caso es que me han llamado de un par de sitios para dar conferencias sobre la utilización de las tecnologías como medio de reducción de costes. El tema es interesante cuando normalmente mi enfoque, precisamente, ha sido el de cuestionar lo que yo llamo “la falacia del ROI”. La cosa viene de largo: como uno de mis temas de tesis escogí el comprobar la no existencia de la llamada “paradoja de la productividad”, es decir, que no había manera de demostrar relación alguna entre la inversión en tecnologías y las ganancias en productividad. Esta relación, que había sido ya demostrada por Eric Brynjolfsson, profesor del MIT, para empresas del Fortune 500, carecía de demostración empírica en PYMEs, con lo cual me puse manos a la obra para demostrar que, en efecto, se podía asociar una ganancia en productividad, y por tanto un ROI (Return on Investment) a la inversión en tecnología.
Sin embargo, y aquí viene mi punto… ¿debe asociarse realmente esa ganancia en ROI a una reducción de costes? Hasta donde yo se, el ROI tiene dos componentes: uno es, en efecto, la reducción de costes. Pero el otro es el incremento en la eficiencia en la utilización de los activos, ¿no? Es decir, hacer más cosas, o mejores, con los mismos recursos… Puestos así, habría que diferenciar, ya que hablamos de reducciones de costes, de adelgazar, entre adelgazar para estar mas hábil y adelgazar para estar más débil. Un deportista, por ejemplo, puede querer perder peso para ganar en habilidad, en agilidad. Un indigente, en cambio, adelgaza y está más débil. Este planteamiento, llevado a la empresa, señaliza la dirección de esa pretendida reducción de costes. No todas esas reducciones de costes son concebidas iguales. Algunas solo debilitarán a las empresas que las acometen: perderán recursos interesantes, dejarán ir a personas valiosas, o dejarán de acometer iniciativas que podrían haber sido estratégicamente importantes. Otras empresas invertirán en reducción de costes con criterios menos pacatos, menos monetaristas, con un otro tipo de óptica. Un CRM, por ejemplo, puede ser una interesantísima forma de reducir costes, aunque pocos lo conciben así. En esa miopía puede estar la diferencia.
Aumento de productividad! Esa es la frase mágica, tanto de políticos como de jefes de fábrica. Al final la tecnología no redunda en reducir costes hasta el infinito, ya que si no, como decias, Enrique, llegariamos a la situación del indigente. Yo particularmente pienso que la tecnología en cuarta o quinta derivada efectivamente conduce a reducciones de costes o, mejor dicho, para los mismos ingresos, reducir costes o inversiones, pero no más allá de eso, ya que si no, llevando esta teoría hasta el límite, llegariamos a no tener empresa, al haber reducido todos los costes. Es mucho mejor aumentar, a partir de introducir la tecnología, los ingresos, manteniendo los mismos costes, lo cual es de nota. Bueno, en resumen, no limitemos la introducción de la tecnología al objetivo de reducir costes sino a hacer mejor las cosas y conseguir mejores resultados empresariales (aunque solo sean de retencion de empleados).
hola Enrique!
estoy leyendo post antiguos de tu blog y he encontrado una errata que quizá desees corregir:
al final de la línea 18 del segundo párrafo pones ´pacatos´ donde presumo debe poner ´pactados´.
he pensado en leer tu blog desde el principio ,lentamente ,así que si deseas que te envie de algún modo distinto a este advertencias sobre errores de escritura de cualquier tipo que tenga la suerte de encontrar en tu espacio o si no deseas que lo revise tan exhaustivamente ,házmelo saber de algún modo.
Un cordial saludo.